domingo, 29 de noviembre de 2015

Rajoy y Sánchez plantan a la universidad


El viernes pasado se vivió en el auditorio de la Universidad Carlos III un acontecimiento inédito. Una asociación de estudiantes había organizado un debate entre cuatro candidatos a la presidencia del gobierno, a saber, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Sus pretensiones eran ambiciosas, su intención la mejor, hacer de la universidad pública española lo que debe ser, un foro de debate activo, vital y productivo en el que, libremente, los candidatos podían trasladar su mensaje y someterse al escrutinio de una parte fundamental de la sociedad española, la comunidad universitaria.

Pero no fue posible. Los candidatos del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español decidieron no acudir. Debían estar demasiado ocupados haciendo zumos o jugando al futbolín con Bertín Osborne, puede incluso que escuchando las canciones de su vida con María Teresa Campos, y claro, es de vital importancia para elegir al próximo presidente del gobierno descubrir si es capaz de hacer bien un zumo o partir bien una empanada que escuchar sus propuestas y preguntarle directamente sobre ellas, dónde va a parar.

Yo ya no aspiro a que los partidos hagan aquello que yo creo que es mejor, sería presuntuoso y extremadamente frustrante, pues considero que lo primero es sostener una comunicación activa con el ciudadano, y desde la televisión es imposible. No, no aspiro si quiera a que los dos grandes partidos valoren mínimamente a la institución universitaria o la respeten lo suficiente como para mostrar algún interés, aunque sea impostado, por ella y acudan a un debate abierto con el futuro de nuestro país, los estudiantes universitarios. Mi única aspiración política respecto de esos dos partidos es que no nos tomen por tontos, por borregos ilusos, y no pongan de excusa para no ir a donde deben que tienen problemas de agenda, cuando lo que sucede es que los jóvenes universitarios, sus preocupaciones, intereses, preguntas y peticiones no les importan un bledo.

Por eso han sido incapaces estos candidatos de acudir al primer debate presidencial que se organizaba en España en una universidad pública. Huelga decir que no tiene la misma proyección pública que un debate televisado, pero este era un debate de verdad, con público, sin tiempos encorsetados, con preguntas sin filtro, es decir, imprevisible. Y esta falta de control es lo que le hace realmente productivo para el que escucha, porque puede ver al político de verdad, no al autómata que recita fichas y discursos absolutamente preparados para conseguir dar la mejor imagen, no la más real.

Al menos ya sabemos a que atenernos. Podemos elegir libremente entre dos partidos que se esconden de los debates abiertos, directos, sinceros, universitarios. Dos partidos que desprecian la vida universitaria, lo que representa, y lo que tiene de utilidad para la sociedad que es, entre otras muchas cosas, la capacidad de generar un debate político de calidad. Y dos partidos que se arriesgan, que debaten con quien les llama, que dignifican la labor universitaria más allá de las frías declaraciones de los programas electorales, en definitiva, dos partidos que no tienen miedo a los ciudadanos, sino que lo que tienen son ganas de hablar, debatir y acordar con ellos.

Y mientras que llegan las elecciones veremos como los miembros de esos dos partidos hacen todo lo posible por desacreditar personal, política e intelectualmente a Pablo Iglesias y Albert Rivera, comenzando por lo que no pasó de ser una anécdota, el hecho de que el primero citara mal y el segundo no hubiera leido a Kant. Muy bien, al menos ellos estaban allí para responder a la pregunta, de Rajoy y Sánchez nada supimos en la Universidad Carlos III.


viernes, 30 de octubre de 2015

Desmontando la democracia catalana


Desde las instituciones políticas, sociales y periodísticas catalanas se insiste, machaconamente, en la exigencia de respeto a la voluntad democrática y mayoritaria del pueblo catalán de independizarse de España. No voy a valorar el adjetivo "mayoritario", existen suficientes evidencias empíricas y datos estadísticos para valorar los verdaderos intereses del conjunto de la ciudadanía catalana. Únicamente diré de la CUP que ha engañado públicamente a todos al afirmar que si su opción independentista no conseguía más del 50% de los votos no pretenderían declarar la independencia unilateral y, ahora, parece que es su pretensión más inmediata. Será la misma democracia la que les exija responsabilidades.

Hemos de revelarnos contra la colonización de los conceptos de democracia, libertad o voluntad cívica, que no son propiedad del independentismo catalán. Un sistema democrático, que sólo puede desarrollarse en el marco de un Estado de Derecho, implica, necesariamente, el respeto a los principios del imperio de la ley o la separación de poderes, entre otros. Nadie, ni individualmente ni colectivamente, está ni debe estar por encima de la ley. Esa forma de relación entre el Poder y el Derecho que sostienen sin decirlo, que es de supremacía del primero sobre el segundo, lo que los antiguos llamaban el gobierno de los hombres, en vez de el gobierno de las leyes, no ofrece ninguna garantía de respeto a los derechos de los ciudadano, ni si quiera a los más elementales.

El fundamento necesario de todo Estado Democrático de Derecho, además de la participación política, es el respeto y sometimiento de todos los poderes de ese Estado a la ley. Sin este requisito previo no podemos asegurar la libertad de los ciudadanos ni el respeto a su voluntad democrática y, por tanto, nos situaríamos en el marco de otro modelo de Estado, en el marco de un modelo de Estado evidentemente peor.

Ya es hora, hace bastante que debió de sonar la alarma del reloj para avisar de que había llegado el momento, de empezar a hablar con claridad y decir, sin rubor, que los líderes del independentismo catalán están intentando tomarnos el pelo. La democracia no es votar de cualquier manera, es hacerlo dentro del marco legal y con garantías y si se hace de otra manera, hay que responder ante ese otro poder del estado llamado judicial. La democracia exige el derecho a imponer tus ideas (incluso las de los grupos mayoritarios) sino el derecho a defenderlas pública y legítimamente e intentar llevarlas a cabo en el marco de la ley.

La defensa de la democracia exige la defensa de la legislación vigente, la defensa de la democracia exige la defensa de los derechos de todos los ciudadanos, la defensa de la democracia exige la independencia judicial, la defensa de la democracia exige el respeto a las ideas, el debate político y la intransigencia con los actos anti-jurídicos, ninguna otra cosa se le puede pedir al resto de poderes del Estado. 

Hablemos de todo, con todos y en cualquier momento, debatamos propuestas políticas, pensemos nuestro modelo de Estado, puede que deba ser otro, no lo sé, pero esta reflexión, esta negociación debe ser libre, no puede basarse en la amenaza de una parte de desobedecer cualquier legislación contraria a sus intereses, y hagámoslo con el necesario respeto a la ley por parte de todos los poderes del Estado, es la única protección que los ciudadanos ostentamos contra la arbitrariedad y la injusticia.

lunes, 19 de octubre de 2015

Bastones contra jueces y fiscales



Escribir en domingo, con el cuerpo descansado, la mente despejada y el ánimo calmado me permite, sin los exabruptos ni las alharacas propias de la excitación temporal, ofrecer una visión pausada de unos acontecimientos agitados, en este caso, esa procesión de bastones y banderas que, en acompañamiento marcial por las calles de Barcelona, como muestra de un fervor popular y "expontáneo", arropó al President de la Generalitat para declarar ante los tribunales opresores del Estado Español y a enfrentarse a esa especie de gestapillo que es la Fiscalía.

Vaya por delante que el trato denigrante que se le da en este país a la Fiscalía y a la justicia en su conjunto no es patrimonio exclusivo del independentismo catalán, sino afición compartida por todos aquellos grupos políticos que se han visto envueltos en procedimientos judiciales. Lo que sí es patrimonio de Artur Mas y su cuadrilla es llevar la presión pública a un nivel desconocido hasta hoy.

La Administración de Justicia no es más justa o acertada cuando nos da la razón, ni la Fiscalía menos o más independiente cuando solicita nuestro procesamiento, como ahora, o cuando rechaza la solicitud de retirar las urnas el día que se celebraba la consulta catalana. Nuestro diseño institucional en general, y el del Ministerio Fiscal en particular, puede ser manifiestamente mejorable y, sin ninguna duda, mucho más claro y comprensible para el ciudadano, pero funciona con bastante eficacia, honestidad y siempre dentro de las competencias, límites y salvaguardas que la ley determina, algo que otros no pueden decir.

La pretensión de hacer política con lo que únicamente es un procedimiento judicial que investiga posibles delitos cometidos por funcionarios públicos es impresentable. La intención de presentar este proceso como un ataque a la libertad del pueblo y la democracia de Cataluña es, simplemente, mentira. Presentar ésto como un conflicto entre los líderes del pueblo catalán y los tribunales del Estado Español, como si fueran de un país extranjero, roza lo absurdo. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y la Fiscalía del mismo tribunal no son poderes extranjeros que estén usurpando unas competencias que no les son propias sino que, precisamente, lo que están haciendo es investigar si se ha violado la legalidad que sostiene el sistema democrático en España, y por tanto en Cataluña, y si la actuación de funcionarios públicos se ha ajustado a las disposiciones legales correspondientes.

Cicerón afirmaba que la libertad es el sometimiento exclusivo a la Ley, porque fuera de ella el poder individual de unos pocos hombres puede conculcar los derechos de muchos otros. Esta es la base del sistema democrático, el sometimiento de todos los poderes al imperio de la ley y, también, la existencia de cauces pacíficos para su modificación basados en el principio de participación política. Y para todo lo que quede fuera de la ley existe el Poder Judicial.

Dentro de la ley hay que sentarse, hablar, negociar, alcanzar acuerdos y convivir. Dentro de la ley hay que respetar al Poder Judicial, su actividad y sus decisiones independientemente del signo político afectado por las mismas, dentro de la ley hay futuro, fuera de ella... nadie puede asegurar que quebrantada para la independencia no se vuelva a quebrantar para otro tipo de intereses particulares.

Entre tanto, quizá sea mejor evitar imágenes como las que vimos en esa procesión de banderas y bastones. La gente es perfectamente libre de manifestarse como y cuando desee, pero no se puede pretender amedrentar al Poder Judicial. Aquello no era un grupo más o menos amplio de personas manifestándose en apoyo de un representante político, era una representación organizada para ejercer toda la influencia posible en el marco de un proceso judicial.

En este proceso político faltan héroes o, mejor dicho, buenas razones para serlo, por eso necesitan escudarse tras las banderas y los bastones.


martes, 16 de junio de 2015

Del cambio tranquilo y los Robespierre del siglo XXI


"El rey debe morir para que el país pueda vivir". Cambien la palabra rey por banquero, empresario, capitalista o cualquier político de un partido que no sea el mio o, según el caso, hombre y ya tenemos a un Robespierre del siglo XXI. Eso sí, gracias al proceso de humanización del derecho penal, y a las fórmulas democráticas de sustitución de gobiernos, las guillotinas sólo las vemos en Twitter y, como recordarán de otro artículo de este blog, en el tipo de manifestaciones a las que acudían los concejales del Ayuntamiento de Madrid antes de serlo, al menos, de momento.

El caso del concejal Zapata, que sigue siéndolo, y de sus comentarios de escaso gusto en Twitter podría ser una anécdota entre un grupo de personas de comportamiento social intachable, pero no parece que lo sea. El "humor" negro es un tipo de humor muy delicado, que de tenerlo uno lo debe guardar para compartirlo con aquellas personas que lo entienden y aceptan y, por supuesto, sin hacer publicidad del mismo, dado que muchas personas se pueden sentir profundamente dolidas y ofendidas por los comentarios vertidos. 

Pero con todo, Zapata sólo es un caso de una incontinencia verbal impropia de un representante de la sociedad madrileña. Porque ahora sus comentarios no son los de un ciudadano que no conoce nadie, sino que tienen una repercusión pública que hacen de ellos ofensas mucho mayores para las víctimas de sus chistes, y afectan severamente a la reputación de todos nosotros como madrileños.

Sin embargo, encontramos casos de concejales de la misma formación que no son simplemente indecentes en sus comentarios públicos, sino que sus intervenciones en redes sociales traslucen un nivel de violencia visceral, de odio al diferente difícilmente compatible con el ejercicio de la representación democrática de la ciudadanía en su conjunto. Y que por mucho que Manuela Carmena se felicite del cambio ideológico operado por sus concejales en el tiempo transcurrido desde sus comentarios ofensivos y violentos a la asunción de responsabilidades públicas, más parece impostura obligada que verdadera redención.

Desear la muerte o sufrimientos y torturas físicas a cualquier persona, también a representantes políticos, no sólo puede ser constitutivo de delito, sino que además, no creo que represente el cambio político que necesita España. Así como tampoco creo que la renovación que requería el Ayuntamiento de Madrid pase por disponer que la portavoz del grupo municipal que sostiene al gobierno de la ciudad sea la misma persona a la que la fiscalía le solicita un año de prisión por un delito contra la libertad de conciencia.

Probablemente no sean los únicos casos que descubramos, pero desde luego ha sido un comienzo apoteósico. Lo único que pido es que, al menos, no sigan intentándonos tomar el pelo diciéndonos que los comentarios están sacados de contexto, o que esto es parte de una persecución política para hacerles caer. Acepten como son ustedes, y asuman las responsabilidades que crean que deben asumir, que si los ciudadanos exigen más se lo harán saber en apenas seis meses.

España necesita más y mejores palabras, menos insultos y amenazas, medidas sociales realistas y efectivas, no guillotinas, horcas o incendios bancarios. Busquemos el cambio, pero el cambio tranquilo, razonable, equilibrado y confiable. Un cambio en el que quepamos todos, en el que todos encontremos nuestro sitio. Si el camino del cambio que proponen es el de la revolución contra el enemigo, que no es otro que el diferente, sus votantes quizá deberían empezar a buscar otras propuestas, otros partidos, otras opciones, que se desarrollen desde la política de la tolerancia, no desde la del odio.

miércoles, 10 de junio de 2015

¡Pactos pactos, que es lo que les jode!


No sé vosotros, pero yo estoy harto de oír decir a todo el mundo qué es la democracia. Y cada uno dice lo que le viene en gana o, en su defecto, lo que le viene bien según el caso, es decir, según los resultados que hayan obtenido en las urnas.

Sí quisiera puntualizar inicialmente que la democracia no es que gobierne la lista más votada y ya está. No es menos democrático, ni un ejercicio de tiranía insoportable, que los representantes electos de los ciudadanos se sienten, negocien y alcancen pactos para gobernar allí donde han sido elegidos. De hecho, esto es un ejercicio de política democrática, aunque a algunos se les olvide a conveniencia.

Cuando leo o escucho propuestas de frentes de izquierdas contra el PP o frentes anti-Podemos creo vivir tiempos pasados y, por qué no decirlo, peores. En los que se establecían cordones sanitarios.La propuesta no puede ser establecer un cordón sanitario contra el PP o Podemos por el mero hecho de serlo, cosa distinta es que se alcancen pactos para gobernar en los que el partido que, hasta ahora, ha estado en el poder sea desalojado. Y no estamos hablando de pactos de perdedores, sino de una práctica democrática fundamental en un sistema parlamentario como el español. La respuesta a un resultado electoral no pueden ser los pactos contra el otro ni tampoco puede ser la simplista propuesta de que gobierne el que más votos saque, sin dejar otra opción. 

Conseguir que la democracia funciones, lograr que la gente se siente a hablar y acordar medidas para permitir la investidura de gobiernos es lo que nuestra democracia necesita. Y hacerlo con normalidad y sin necesidad de escuchar críticas a los partidos que alcanzan esos pactos porque ahora lo hacen, igual que las había cuando no lo hacían, sería una muestra de madurez que aún hoy no parece que la vayamos a observar.

Pero estos pactos deben ser pactos programáticos, pactos de propuestas, políticas, medidas, compromisos y comportamientos ante los problemas que requieren solución. No pactos frentistas. Nos vamos a tener que ir acostumbrando al sonido de la palabra "pacto", sirvan como ejemplo los acuerdos alcanzados ayer por Ciudadanos con el PSOE en Andalucía y con el PP en Madrid. Esto es el devenir normal en un sistema democrático cualquiera y el conjunto de la sociedad va a tener que acostumbrarse y valorar debidamente esta parte de la actividad política, para después refrendarla o rechazarla con sus votos.

Confío en que la sociedad española está preparada para ello. Sin embargo, no lo hago tanto en que lo estén aquellos a los que esta sociedad les ha retirado el poder omnímodo de la mayoría absoluta y, quizá, terminen pagando un precio mayor por no aceptar lo que parece un tiempo nuevo. 

miércoles, 27 de mayo de 2015

Adiós a los papeles, algunos los han perdido


Después de los resultados de las elecciones en general, y en la Villa de Madrid en particular, uno creía que la clase política dirigente iba a tener alguna reacción, ya no digo que cayeran del caballo y descubrieran la necesidad de cambiar el rumbo, sólo aspiraba a algún tipo de cambio pero, desde luego, no el que pudimos ver ayer.

Descubrir a Esperanza Aguirre en rueda de prensa afirmando que está dispuesta a entregar la alcaldía al PSOE, con tal de que no gobierne la "izquierda radical que sólo ha obtenido el voto del 31% de los madrileños" que, sin embargo, por una abrumadora mayoría del 62% han votado por los partidos democráticos, digamos buenos, confirma el hecho de que aquí cada cual usa las matemáticas a su antojo.

Sin restar veracidad a que la suma de Aguirre es correcta, en términos estrictamente matemáticos, hay cosas que no me entran en la cabeza. Empezando por la afirmación de Esperanza Aguirre de que Ahora Madrid es un partido que está fuera del espacio democrático de nuestro país, debe ser que los votos se los dieron en una tómbola.

El tan criticado por la candidata electa del PP prurito de pureza con el que se presentaba Podemos ahora, parece, que le asiste a ella en lo que a estirpe democrática se refiere. Y, por si fuera esto poco, además, se ha ofrecido a encabezar un proyecto regenerador para el Partido Popular de Madrid, como si ella no hubiera tenido nada que ver en el diseño orgánico y político de esta agrupación.

Hay en todo ello cierto olor a esos cordones sanitarios indignos que ya surgieron contra el PP tiempo ha y que, parece, que este partido está dispuesto a recuperar, dado que también Rita Barberá ha propuesto algo similar.

Creo que hay gente que no ha entendido nada. Señores Ozores y su ¡Que Vienen los Socialistas! o, en su versión moderna y Popular, ¡Que Vienen los Rojos Bolivarianos! ya no sirve. Los avisos de que Madrid se va a desintegrar en el mar de políticas comunistas que van a destruir la ciudad no es creíble. Más allá de que las potestades normativas de un Ayuntamiento prácticamente impiden que se puedan aplicar medidas de largo alcance que pudieran modificar nuestro marco de convivencia, y de que las propuestas de Ahora Madrid se dirijan, esencialmente, a alterar las  prioridades públicas de la administración, seamos serios, la única forma de destruir una ciudad que la experiencia nos ha demostrado es endeudarla hasta la ruina y, en el caso de Madrid, ese trabajo ya está hecho.

miércoles, 13 de mayo de 2015

Por una campaña de debates II


Cuando hace unos días escribí sobre la ausencia de Cristina Cifuentes en un debate de candidatos en la Universidad Carlos III de Madrid, lo hice esperando que se celebraran los, cada vez más frecuentes en España, debates electorales televisados. Y en esas nos encontramos, en el ojo del huracán, entre el debate de candidatos a la Comunidad de Madrid ya celebrado, y el más que previsible caos de minidebates que se van a celebrar entre los candidatos a la alcaldía de Madrid.

El debate a seis bandas entre los candidatos de Ciudadanos, PSOE, PP, IU, Podemos y UPyD (por orden de posición de izquierda a derecha) fue más bien soso, con tendencia a lo anodino, envuelto en una aureola de consenso y buenas intenciones poco creíbles y con algunos candidatos navegando entre la bruma de discursos ininteligibles.

Siguiendo el orden establecido, el candidato de Ciudadanos, Ignacio Aguado, estuvo falto de intensidad en algunos tramos del debate, desubicado en algún momento frente a la cámara y correcto y atinado en los momentos en los que exponía sus propuestas, muchas desconocidas, y otras tergiversadas por la propaganda electoral de otros. Perdió la oportunidad de contestar con contundencia a Cristina Cifuentes cuando esta cometió el error de afirmar que, "en una herencia de un inmueble, que no sea la casa habitual, de 250.000€ con el PP el heredero pagaría tan solo 500€, mientras que con el resto de partidos pagaría no menos de 50.000€". Aguado, que ya había explicado su propuesta de modificación del impuesto de sucesiones, se limitó a decir, casi con timidez, al borde de pedir perdón por la corrección, que esa afirmación era falsa. Cierto es que acaba de llegar, pero ha de darse prisa en coger el ritmo y el tono adecuado para competir con garantías en el debate político, porque si no lo hace, propuestas interesantes como su reforma fiscal, la transparencia administrativa o la reforma de los curricula docentes terminarán por dormir el sueño de los justos.

Angel Gabilondo, el candidato del PSOE, fue el que más navegó entre las brumas oscuras de un discurso mal estructurado en el que se agolpaban demasiadas ideas para el escaso tiempo del que disponía y cuya bandera fueron las "soluciones, pero soluciones justas". Aquejado de un mal habitual en catedráticos que no acostumbran a tener su tiempo de exposición limitado,  no todo fue opacidad, tuvo momentos de claridad expositiva y una amplia gama de propuestas. Evitó la confrontación directa, y siempre con sus formas de hombre tranquilo contestó a algunas de las provocaciones, recordándole su pasado de ministro socialista, que le lanzó, especialmente Cifuentes. En definitiva Gabilondo demostró que quizá sea el político idóneo para una legislatura basada en el pacto y la negociación, pero que no lo es para este tipo de debates.

Cristina Cifuentes, candidata del PP, intentó encarnar, ya desde por la mañana en un conocido matinal, el papel de víctima en el debate, un papel que no le cuadra a ella y que no es, en absoluto, creíble. Era sin duda la candidata más dispuesta a la batalla, más dispuesta al debate en estado puro, pero limitada por la necesidad de entenderse con los que le rodeaban y, por qué no decirlo, por una realidad que no la ayudaba demasiado. A parte del error con Ciudadanos, hubo un enfrentamiento estéril con el candidato de Podemos sobre datos de financiación de sanidad y educación que no alcanzó conclusión, y un intento de desacreditar a Gabilondo con datos interesados (llamémosle trampas) que generan cierta imagen negativa. Cifuentes se defendió de los que pudo, recordó continuamente su programa electoral, nos prometió, como tantos otros antes, bajarnos todos los impuestos e ignoró algunos temas que no tienen explicación (como por ejemplo la política de cesión de suelo público para la construcción de colegios privados, o la permisividad respecto de la no gratuidad de los colegios concertados). Salio viva, aunque no reforzada.

El papel de Luis García Montero, aunque en apariencia secundario, resulto ser de más interés del esperado. Más allá de las propuestas, algunas interesantes como la creación de una mesa jurídica de estudio de la contratación pública para luchar contra la corrupción, consiguió trasladar la imagen de un hombre tranquilo, dispuesto a dialogar y trabajar, eso sí, con una premisa previa, que quizá desmienta lo anterior, "expulsar al PP de las instituciones".

El caso de José Manuel López, candidato de Podemos, es distinto. Buscó el enfrentamiento directo con el PP desde el principio, como parte de la estrategia para mostrarse alternativa, aunque no se perdió en él e introdujo muchas de sus propuestas, que se pueden resumir en tres. En el plano económico pretenden fundar un "banco del agua", sea lo que sea eso y sirva para lo que sirva, parece que se refieren a convertir al Canal de Isabel II en un banco público, váyase usted a saber por qué. En el plano de la lucha contra la corrupción la solución son ellos y la transparencia, sin más, ser transparentes y "echar a los que han convertido la corrupción en una forma de gobierno en Madrid". Y respecto de la educación y sanidad su pretensión es volver a la división por zonas de influencia de la región, es decir, impedir que los madrileños acudan al médico o al colegio que deseen (sujeto siempre a disponibilidad) y obligarles a ir al que les toca, que ya se encargarían ellos de que todas las necesidades estuvieran atendidas. En todo caso nada que no fuera esperable, lo que les queda es decidir si les gustan las propuestas.

Y por último, el extraordinario caso de Ramón Marcos, que más allá de su cambio de look a medio debate, y su imagen de listillo, reforzada por guardarse más de tres minutos en el primer bloque a los que ya nadie le podía contestar y, también, por algunas intervenciones incomprensibles como la que hizo en el bloque de corrupción sobre el salario de los políticos, hizo un debate interesante. Aprovechó la experiencia de estos cuatro años en la asamblea para tratar multitud de temas sin respuesta por parte del PP al que acusó de falta de transparencia, y cargó contra el resto de partidos con representación por repartirse la administración de justicia, el Consejo Consultivo o la Cámara de Cuentas de la Comunidad de Madrid. Ellos quieren cambiarlo todo y, "si de ellos depende, se hará todo."

En resumen, más que un debate, seis intentos de mitin. Un ejercicio televisivo estéril, largo, aburrido por momentos y, en general, desaprovechado por unos candidatos con demasiado miedo a equivocarse. Uno cuando ve esto siempre se pregunta, ¿si es un debate y no una conferencia dónde está el público que pregunte? ¿por qué no hay obligación de preguntar y responder por parte de los candidatos? ¿sirve el moderador para algo más que controlar el tiempo? En definitiva, ¿dónde está el debate?

miércoles, 6 de mayo de 2015

Por una campaña de debates


¡Estamos en campaña electoral! o no, según se atenga uno a la ley o a los hechos. Pero ¡Estamos en campaña electoral! por si alguno de ustedes aún no se había dado cuenta. Y en medio de esta precampaña, por ser correcto en los términos, uno esperaría algo nuevo y diferente respecto de las anteriores, aunque solo fuera por el cabreo monumental y el hartazgo generalizado que embarga a los españoles y los separa de los partidos políticos que, tradicionalmente, han sido mayoritarios.

Pues bien, ni se les pase por la cabeza que vamos a ver algo distinto a los tan manidos encuentros de amigos convencidos, también llamados mítines, con la esperanza de colar un titular o, en su defecto, protagonizar una pieza de un minuto en el telediario de las nueve. 

Ni los nuevos partidos, ni el clamor social parece que consigan hacer reaccionar a los partidos tradicionales y acercar a sus candidatos hacia nuevas formas de hacer campaña. como por ejemplo participar de manera activa en iniciativas de debate con el resto de partidos o con los ciudadanos. 

Obviamente los partidos necesitan seguir produciendo noticias a diario para que sus candidatos sean conocidos y sus promesas, de verdad o de mentira, lleguen a oídos de los posibles votantes. Sin ánimo de negar este trabajo de campaña, imprescindible, creo que es necesario exigir a nuestros futuros representantes un verdadero compromiso con el debate público, compromiso que, según parece, no todos tienen.

No pretendo glosar las ventajas de un debate abierto, participativo, dinámico y alejado de los corsés que diseñan los jefes de campaña para sus candidatos. Todas las virtudes que yo pudiera explicar serían entendidas como riesgos por un equipo de campaña temeroso, y los hay, y son muchos. Mi única intención al escribir este breve artículo es alabar el trabajo realizado por unos estudiantes comprometidos con una política mejor, un simple grupo heterogéneo de estudiantes, con distintas opciones ideológicas que pretendieron hace unos días, en la Universidad Carlos III de Madrid, ofrecer un debate cercano con todos los candidatos con opciones de representación en la Comunidad de Madrid. Desgraciadamente, a un Aula Magna abarrotada, como no se veía desde hacía tiempo en la Universidad, se le escamoteo un debate completo, puesto que faltó por venir una candidata.

Considero, desde mi posición de votante y ciudadano político, que es de vital importancia valorar las propuestas de un partido político antes de decidir el voto, pero también que es imprescindible comprender, desde una posición de observancia activa, qué tipo de política estamos votando, qué modelo de relación con la ciudadanía estamos eligiendo y qué sistema de rendición de cuentas estamos avalando, si uno basado en la cercanía, el debate y la exposición clara y abierta de los argumentos y los resultados u otro distinto y, quizá, ya conocido por todos.

No sé si la ausencia de Cristina Cifuentes en el Debate organizado por la Asociación Demos en la Universidad Carlos III de Madrid es la plasmación de su forma de hacer política, o sólo una mala decisión de su equipo de campaña, lo que sí sé es que no es un buen comienzo para una nueva candidata que, quizá, estuviera en disposición de cambiar algunas cosas, pero sólo si realmente quiere.

 Para las propuestas, para el debate, para las preguntas y las respuestas, os enlazo el vídeo del evento.

https://arcamm.uc3m.es/arcamm_3/item/show/499c08c4ce13493d8b85adbd606c0557?order_label=g_publish_date+DESC



lunes, 26 de enero de 2015

¿Se moverá la inmóvil política europea?


Europa se acostaba ayer, después de un largo, lento, anodino y tedioso recuento, con la noticia de la victoria de Syriza. Nada nuevo bajo el sol, nada que no se supiera desde hacía meses y, aún así, se palpa la desazón y el desconcierto en la prensa de este viejo continente y, por lo general, en ese heterogéneo grupo de personas que integran lo que la ortodoxia acierta en llamar "moderados".

Yo, que creo que cumplo con los requisitos socialmente exigidos para considerarme un miembro de tan selecto grupo al que, por otra parte,  cree pertenecer todo aquel que sea preguntado, también los votantes de Syriza o Podemos en España, me pregunto, ¿a qué viene tanto escándalo, tanto miedo, tanta precaución contra el nuevo gobierno griego?

Pongamos en perspectiva algunas cuestiones relevantes a la hora de juzgar un gobierno o, como en este caso, un programa de gobierno. No parece que vayan a destruir el sistema democrático griego, tampoco han propuesto, hasta ahora, medidas que violen los Derechos Humanos, ni las convenciones internacionales, incluyendo los tratados de la Unión Europea, de los que forma parte Grecia. En definitiva, lo que presuntamente quieren hacer es invertir la política económica de la Unión, y ya veremos que pasa.

Entra dentro de la normalidad democrática, alterada por algunas maniobras de las instituciones de la Unión Europea en los últimos años, la llegada de nuevas ideas, de nuevas formas de hacer política y de pensar, de nuevas propuestas para los problemas de siempre, y esa llegada es la que se ha vivido en Grecia y la que estamos viviendo en España. El problema no es la aparición de personajes como Alexis Tsipras o Pablo Iglesias, el problema no son sus ideas, o sus orígenes intelectuales y políticos, que por cierto no son los mismos. El verdadero problema es, quizá, que en Europa tenemos una política anquilosada en el pasado, inmovilista, sin flexibilidad, prácticamente incapaz de dialogar con nuevos actores, encerrada en unos nacionalismos cada vez más exacerbados y dividida por la brecha norte sur de manera cada vez más clara.

No tengo ninguna duda de que algunas de las propuestas de Syriza, de Podemos o de otros partidos similares son absolutamente irrealizables, simple y llanamente porque las matemáticas son una ciencia exacta, y si no te salen las cuentas y no puedes pagar el coste de tus promesas, no las vas a poder cumplir. Pero la política europea en vez de contestar a esas propuestas con medidas realistas, que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos, que resuelvan realmente la dramática situación que se vive en Grecia, ha optado por intentar pintar de rojo, con cuernos y tridente, a estos homines novi, eso sí, sólo después de poner y quitar gobiernos o, como en el caso de Grecia, gobernar directamente el país, ofreciendo el caldo de cultivo en el que estos partidos han crecido.


Puede ser un espejismo, pero algo parece estar moviéndose en el sufrido sur de Europa. La forma de hacer política ha cambiado, surgen nuevos líderes, surgen nuevas propuestas, surgen nuevos partidos y la relación de fuerzas se altera. Las viejas formas, los viejos lideres y las viejas medidas parecen haber caducado ante un nuevo impulso.


Es el momento de asumir la responsabilidad y de afrontar un debate público y abierto sobre la política en Europa, dejando atrás las acusaciones falaces, los eslóganes fáciles, y los ataques personales. Respondiendo a las preguntas complicadas, mostrando las propuestas programáticas, los principios ideológicos y las medidas concretas que cada uno pretende desarrollar y dejando que los ciudadanos elijan en libertad.

Al final, si los grandes partidos siguen despreciando a los pequeños y a los nuevos, negándose a debatir con ellos sobre el fondo de sus diferencias, descalificando a unos (Podemos) e ignorando a otros (Ciudadanos), serán los últimos responsables de que los ciudadanos votemos sin conocer las verdaderas consecuencias de nuestra elección, y las encuestas indican con mucha claridad hacia donde caminan las preferencias de la sociedad española. como lo hacían con las de la griega.

Las fuerzas políticas que tradicionalmente han capitalizado el voto de los "moderados" sufren un proceso de descalabro monumental aliñado, en el caso de España, por el más absoluto descrédito y la más negligente dejación de funciones en lo que a la pedagogía política se refiere. En esta situación el rápido auge de partidos nuevos es la consecuencia lógica, lo que resulta absolutamente incomprensible es que, desde los grandes partidos tradicionales la única respuesta que se ofrezca es que ellos son mejores y los otros unos pobres locos descarriados que, mucho me temo van a hacer descarrilar a más de uno.

Pero no se asusten, esto es la democracia y en estos momentos difíciles es precisamente cuando los ciudadanos tenemos que ser votantes concienciados y responsables, aunque hayamos perdido la práctica y no recordemos cómo se hace.