lunes, 26 de enero de 2015

¿Se moverá la inmóvil política europea?


Europa se acostaba ayer, después de un largo, lento, anodino y tedioso recuento, con la noticia de la victoria de Syriza. Nada nuevo bajo el sol, nada que no se supiera desde hacía meses y, aún así, se palpa la desazón y el desconcierto en la prensa de este viejo continente y, por lo general, en ese heterogéneo grupo de personas que integran lo que la ortodoxia acierta en llamar "moderados".

Yo, que creo que cumplo con los requisitos socialmente exigidos para considerarme un miembro de tan selecto grupo al que, por otra parte,  cree pertenecer todo aquel que sea preguntado, también los votantes de Syriza o Podemos en España, me pregunto, ¿a qué viene tanto escándalo, tanto miedo, tanta precaución contra el nuevo gobierno griego?

Pongamos en perspectiva algunas cuestiones relevantes a la hora de juzgar un gobierno o, como en este caso, un programa de gobierno. No parece que vayan a destruir el sistema democrático griego, tampoco han propuesto, hasta ahora, medidas que violen los Derechos Humanos, ni las convenciones internacionales, incluyendo los tratados de la Unión Europea, de los que forma parte Grecia. En definitiva, lo que presuntamente quieren hacer es invertir la política económica de la Unión, y ya veremos que pasa.

Entra dentro de la normalidad democrática, alterada por algunas maniobras de las instituciones de la Unión Europea en los últimos años, la llegada de nuevas ideas, de nuevas formas de hacer política y de pensar, de nuevas propuestas para los problemas de siempre, y esa llegada es la que se ha vivido en Grecia y la que estamos viviendo en España. El problema no es la aparición de personajes como Alexis Tsipras o Pablo Iglesias, el problema no son sus ideas, o sus orígenes intelectuales y políticos, que por cierto no son los mismos. El verdadero problema es, quizá, que en Europa tenemos una política anquilosada en el pasado, inmovilista, sin flexibilidad, prácticamente incapaz de dialogar con nuevos actores, encerrada en unos nacionalismos cada vez más exacerbados y dividida por la brecha norte sur de manera cada vez más clara.

No tengo ninguna duda de que algunas de las propuestas de Syriza, de Podemos o de otros partidos similares son absolutamente irrealizables, simple y llanamente porque las matemáticas son una ciencia exacta, y si no te salen las cuentas y no puedes pagar el coste de tus promesas, no las vas a poder cumplir. Pero la política europea en vez de contestar a esas propuestas con medidas realistas, que mejoren la calidad de vida de los ciudadanos, que resuelvan realmente la dramática situación que se vive en Grecia, ha optado por intentar pintar de rojo, con cuernos y tridente, a estos homines novi, eso sí, sólo después de poner y quitar gobiernos o, como en el caso de Grecia, gobernar directamente el país, ofreciendo el caldo de cultivo en el que estos partidos han crecido.


Puede ser un espejismo, pero algo parece estar moviéndose en el sufrido sur de Europa. La forma de hacer política ha cambiado, surgen nuevos líderes, surgen nuevas propuestas, surgen nuevos partidos y la relación de fuerzas se altera. Las viejas formas, los viejos lideres y las viejas medidas parecen haber caducado ante un nuevo impulso.


Es el momento de asumir la responsabilidad y de afrontar un debate público y abierto sobre la política en Europa, dejando atrás las acusaciones falaces, los eslóganes fáciles, y los ataques personales. Respondiendo a las preguntas complicadas, mostrando las propuestas programáticas, los principios ideológicos y las medidas concretas que cada uno pretende desarrollar y dejando que los ciudadanos elijan en libertad.

Al final, si los grandes partidos siguen despreciando a los pequeños y a los nuevos, negándose a debatir con ellos sobre el fondo de sus diferencias, descalificando a unos (Podemos) e ignorando a otros (Ciudadanos), serán los últimos responsables de que los ciudadanos votemos sin conocer las verdaderas consecuencias de nuestra elección, y las encuestas indican con mucha claridad hacia donde caminan las preferencias de la sociedad española. como lo hacían con las de la griega.

Las fuerzas políticas que tradicionalmente han capitalizado el voto de los "moderados" sufren un proceso de descalabro monumental aliñado, en el caso de España, por el más absoluto descrédito y la más negligente dejación de funciones en lo que a la pedagogía política se refiere. En esta situación el rápido auge de partidos nuevos es la consecuencia lógica, lo que resulta absolutamente incomprensible es que, desde los grandes partidos tradicionales la única respuesta que se ofrezca es que ellos son mejores y los otros unos pobres locos descarriados que, mucho me temo van a hacer descarrilar a más de uno.

Pero no se asusten, esto es la democracia y en estos momentos difíciles es precisamente cuando los ciudadanos tenemos que ser votantes concienciados y responsables, aunque hayamos perdido la práctica y no recordemos cómo se hace.