martes, 3 de junio de 2014

Del Rey cuasiabdicante a la guillotina tricolor


¡El Rey de España ha abdicado! bueno, lo ha intentado pero, de momento, no ha podido porque desde 1978 en este país no nos ha dado tiempo a preparar la legislación necesaria para regular este proceso.

Empecemos de nuevo. ¡El Rey de España ha intentado abdicar! y en la calle se ha empezado a saltar, a gritar y, casi, a guillotinar:


Me disculpo previamente por la chanza, pero tal expresión de afrancesamiento, tan habitualmente desdeñado en aquella España, me ha sorprendido en extremo, así como el componente conservador y tradicionalista de aquellos que siempre se habían presentado como demócratas progresistas.

Más allá de la icónica imagen de una guillotina envuelta en una tricolor, aunque los colores no empastan bien con la herramienta, símbolo antaño del humanismo penal mas hoy, diría yo, un ligero paso atrás, las manifestaciones de "fervor popular" por la modificación de nuestra forma de Estado merecen un comentario más serio, que no sé si podré hacer.

En primer lugar considero perfectamente legítimas las reclamaciones de un referendum o de una república, libérrimos somos los españoles de reclamar lo que se nos antoje, incluso aunque según éstos mismos la monarquía sea la antítesis de la democracia (Cayo Lara dixit). No estaría de más que, en el marco del debate serio que reclaman, empezaran por hablar con propiedad y diferenciar la forma de la Jefatura del Estado del modo del ejercicio del poder en España.

Lo que sí que no estoy dispuesto a aguantar es que me tomen por tonto, y que me digan que como el Rey deja sus funciones tenemos, necesariamente, que hacer un referéndum para decidir nuestra forma de Estado, porque además muy pocos de los españoles vivos han votado nuestra Constitución.

Punto uno: ¿Acaso cada vez que en Italia, Alemania, Portugal, Francia o Estados Unidos un presidente de la República deja su cargo hay que someter el modelo político a la decisión de todos los ciudadanos? ¿Si España fuera una república pedirían lo mismo cada vez que se acabara un mandato de su máximo dirigente? Sólo pido que se busquen otro motivo, que los hay, y muy buenos, para reclamar que los españoles elijamos. Pero el modelo de Estado no puede ni debe estar continuamente en cuestión, por más que a algunos partidos no les guste el modelo que tenemos, eso no es una razón suficiente. Pueden explicar por qué consideran que el sistema republicano es mejor, más justo, más divertido o más bonito, y pedir a los españoles que les votemos para desarrollar ese programa, pero no nos vendan esta moto, que no cuela.

Punto dos: Es absolutamente falso que porque los españoles de mi generación no hayamos votado nuestra Constitución exista obligación alguna de someterla a refrendo de nuevo. Muchos menos italianos han votado la Constitución de 1949, muchos menos franceses la de 1958, alemanes la de 1949 y que decir de las Constituciones británica o estadounidense. ¿Son por eso Estados no democráticos, Estados ilegítimos, Estados indeseables? No. Las constituciones son normas fundamentales que se otorgan las sociedades para regir los aspectos esenciales de su convivencia por un periodo indeterminado y pretendidamente largo. La legitimidad de las constituciones (democráticas) deriva de su aprobación por el pueblo que las asume, pero no se limita a la supervivencia temporal de todos y cada uno de los sujetos que la han aprobado. Si entendiéramos la legitimidad de este modo, las constituciones no serían válidas más de un día, puesto que al día siguiente de su aprobación alguien que ya puede votar, no la habrá votado, más allá del hecho de que, por supuesto, ninguna de los cuerpos legislativos de España tendría legitimidad suficiente para aplicarlos dado su origen temporal remoto, pongamos un ejemplo, el articulado del Código Civil data de 1888.

Los cambios constitucionales son, posibles, legítimos, y en muchas ocasiones sanos, pero en ningún caso imperativos por el paso del tiempo. La Constitución española puede, y creo que debe, ser modificada. Pero aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid, en este caso que el Rey pasa por la abdicación, para exigir un vuelco total de la Constitución me parece de una flojera argumentativa espeluznante que ofrece pocas garantías de una negociación productiva y positiva para el acuerdo de una reforma de la Carta Magna.

Estoy ansioso por escuchar verdaderos argumentos por parte de aquellos que reclaman otra forma de organización del Estado a favor de sus ideas. Porque si todo lo que tienen que decir, o lo más importante que tienen que decir, es que la sociedad española no es la misma que en 1978, a mi no me vale. La sociedad española ha cambiado pero, en tanto sujeto político, es el mismo que se dio la Constitución hoy vigente, o la de 1931. Y esta sociedad es la que tiene que votar o no votar a los partidos que piden una nueva república y darles así la fuerza suficiente para, desde las Cortes Generales y con el procedimiento legalmente establecido, iniciar los cambios legislativos que hoy, con escasos argumentos, reclaman.

Aplazado queda a otro escrito el momento de discutir conmigo mismo las ventajas y desventajas de un sistema monárquico o republicano aplicados al caso español. Aplazado digo al momento en el que ese debate serio se abra, siendo posible entonces que a mis veintiséis años tarde otros tantos en escribir ese capítulo.