domingo, 29 de noviembre de 2015

Rajoy y Sánchez plantan a la universidad


El viernes pasado se vivió en el auditorio de la Universidad Carlos III un acontecimiento inédito. Una asociación de estudiantes había organizado un debate entre cuatro candidatos a la presidencia del gobierno, a saber, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera. Sus pretensiones eran ambiciosas, su intención la mejor, hacer de la universidad pública española lo que debe ser, un foro de debate activo, vital y productivo en el que, libremente, los candidatos podían trasladar su mensaje y someterse al escrutinio de una parte fundamental de la sociedad española, la comunidad universitaria.

Pero no fue posible. Los candidatos del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español decidieron no acudir. Debían estar demasiado ocupados haciendo zumos o jugando al futbolín con Bertín Osborne, puede incluso que escuchando las canciones de su vida con María Teresa Campos, y claro, es de vital importancia para elegir al próximo presidente del gobierno descubrir si es capaz de hacer bien un zumo o partir bien una empanada que escuchar sus propuestas y preguntarle directamente sobre ellas, dónde va a parar.

Yo ya no aspiro a que los partidos hagan aquello que yo creo que es mejor, sería presuntuoso y extremadamente frustrante, pues considero que lo primero es sostener una comunicación activa con el ciudadano, y desde la televisión es imposible. No, no aspiro si quiera a que los dos grandes partidos valoren mínimamente a la institución universitaria o la respeten lo suficiente como para mostrar algún interés, aunque sea impostado, por ella y acudan a un debate abierto con el futuro de nuestro país, los estudiantes universitarios. Mi única aspiración política respecto de esos dos partidos es que no nos tomen por tontos, por borregos ilusos, y no pongan de excusa para no ir a donde deben que tienen problemas de agenda, cuando lo que sucede es que los jóvenes universitarios, sus preocupaciones, intereses, preguntas y peticiones no les importan un bledo.

Por eso han sido incapaces estos candidatos de acudir al primer debate presidencial que se organizaba en España en una universidad pública. Huelga decir que no tiene la misma proyección pública que un debate televisado, pero este era un debate de verdad, con público, sin tiempos encorsetados, con preguntas sin filtro, es decir, imprevisible. Y esta falta de control es lo que le hace realmente productivo para el que escucha, porque puede ver al político de verdad, no al autómata que recita fichas y discursos absolutamente preparados para conseguir dar la mejor imagen, no la más real.

Al menos ya sabemos a que atenernos. Podemos elegir libremente entre dos partidos que se esconden de los debates abiertos, directos, sinceros, universitarios. Dos partidos que desprecian la vida universitaria, lo que representa, y lo que tiene de utilidad para la sociedad que es, entre otras muchas cosas, la capacidad de generar un debate político de calidad. Y dos partidos que se arriesgan, que debaten con quien les llama, que dignifican la labor universitaria más allá de las frías declaraciones de los programas electorales, en definitiva, dos partidos que no tienen miedo a los ciudadanos, sino que lo que tienen son ganas de hablar, debatir y acordar con ellos.

Y mientras que llegan las elecciones veremos como los miembros de esos dos partidos hacen todo lo posible por desacreditar personal, política e intelectualmente a Pablo Iglesias y Albert Rivera, comenzando por lo que no pasó de ser una anécdota, el hecho de que el primero citara mal y el segundo no hubiera leido a Kant. Muy bien, al menos ellos estaban allí para responder a la pregunta, de Rajoy y Sánchez nada supimos en la Universidad Carlos III.