jueves, 10 de marzo de 2016

Europa no ha muerto, se ha suicidado


El 9 de mayo de 1950 Robert Schuman sabía que "la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan", y afirmaba que "la contribución que una Europa organizada y viva puede aportar a la civilización es indispensable para el mantenimiento de unas relaciones pacíficas."

Sesentaiseis años han transcurrido desde la Declaración Schuman y Europa ya no está dispuesta a afrontar los trabajos que requiere el mantenimiento de la paz mundial, siquiera los que serían necesarios para el mantenimiento de un nivel de violencia soportable. Europa se ha cerrado, se vuelve sobre sí misma, ciega al devenir histórico, superada por los acontecimientos, vencida por aquellos que, desde dentro, se niegan a responder a la crisis humanitaria que vive Siria e, incluso, violan sin rubor sus obligaciones jurídicas internacionales. Europa hace tiempo que perdió su identidad, pero hoy, está peor que nunca.

Para un ciudadano europeo resulta dificil de entender cómo las instituciones de la UE han perdido de vista elementos centrales de sus objetivos. Las declaraciones solemnes contendias en el preámbulo del Tratado de la Unión Europea son hoy papel mojado. Hoy se puede perder toda fe en la promoción de la paz, la seguridad y el progreso por parte de Europa. Poca esperanza podíamos albergar tras escuchar a Donald Tusk, a la sazón Presidente del Consejo Europeo, pedir a los refugiados, que no inmigrantes ilegales, que se quedaran en sus casas, esas casas sitas en el campo de tiro de Siria, en vez de venir aquí. Pero todas las dudas se han despejado al darse a conocer el indigno acuerdo entre los 28 y Turquía.

Este acuerdo mina las bases de un principio esencial de la historia de la integración europea, el respeto y la promoción de los Derechos Humanos. El acuerdo da carta de naturaleza a una práctica que impide a un refigiado solicitar asilo en territorio europeo. Todo lo contrario, todos aquellos que consigan arribar a Europa son considerados inmigrantes ilegales e inmediatamente deportados a Turquía, a cambio, eso sí, Turquía mandará igual número de ciudadanos que hubieran obtenido el derecho de asilo por parte de este país. 

De modo que los países europeos no se hacen responsables de tramitar los procedimientos de asilo, ni son garantes de que estos procedimientos sigan los cauces legales establecidos. De hecho, dejan este trámite, fundamental para el reconocimiento de deechos, a un país que ni siquiera está sometido a la legislación común europea, que oprime a los Kurdos que son una parte importante de la población siria y que, sin duda, tiene en su gobierno a una serie de personajes poco amigos de ese documento que se vino en llamar Declaración Universal de los Derechos Humanos. No es Turquía, o mejor dicho, su gobierno, un socio fiable para delegar el reconocimiento del derecho de asilo de aquellos que huyen de la guerra.

Más allá de que Europa viole sus propias normas al no permitir la solicitud de asilo en embajadas, de que hoy admita lo que hace unos meses recriminaba a España por ser ilegal según su propio derecho (las devoluciones en frontera), de que se levanten vayas fronterizas entre nuestros estados, o que se acuerden administrativamente (hablo de la ruptura de la libertad de circulación por el acuerdo con el Reino Unido), o de que incluso sus máximos representantes adopten discursos que podría sostener el Frente Nacional en Francia. Lo dramático no es sólo esto. Lo verdaderamente dramático es que esa Europa integradora, faro de la democracia, la paz y los derechos humanos ya no existe. Ahora sólo somos un conjunto de intereses económicos insensibles al sufrimiento ajeno, siempre que una cámara de televisión no grabe a un niño muerto en nuestras playas.

Europa es irrelevante en el mundo, es consciente de su irrelevancia, y lo ha vuelto a demostrar. Únicamente desde la insignificancia política y la indignidad moral se puede renunciar a los principios más elementales de tu fundación, dar la espalda al sufrimiento humano, no hacer nada en cinco años para acabar con una guerra cruenta y, finalmente, negar la ayuda a aquellos que han cometido la osadía de irse de sus casas para huir de una muerte segura. Así, Europa, ¿para qué?


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